Escribir con unos ojos recién inaugurados
O sobre cómo la literatura no está en lo general sino en tener una mirada nueva del mundo. Entrega 36 de A Quien Corresponda. Hoy escribe: Ana.
Querido Fidel,
¡Qué interesante tu propuesta de escribir una crónica! Sabés que me hizo pensar en eso que decía Clarice Lispector: “escribir una crónica es ver un poco más allá de lo que normalmente vemos”. Y a la vez, lo interesante de este género es que, en términos de trama, no tiene por qué pasar nada. Es interesante liberarse del peso de que pase algo.
“Sólo esto: llueve y estoy viendo la lluvia. Qué simplicidad. Nunca pensé que el mundo y yo llegaríamos a ese grado de maduración. La lluvia cae no porque la necesite. Pero estamos tan juntas como el agua está ligada a la lluvia. Y no estoy agradeciendo nada. No haber tomado, apenas después de nacer, involuntaria y forzadamente el camino que tomé -y habría sido siempre lo que realmente estoy siendo: una campesina que está en un campo donde llueve” - Clarice Lispector, “La mansa alegría” (crónica)
Hebe Uhart señala que en manos de Lispector, la crónica es un argumento para escribir sobre los grandes temas pero también sobre los pequeños detalles que nos dan una idea nueva del mundo (te recomiendo seguir leyendo crónicas de Clarice acá).
“Los temas de una crónica pueden ser detalles, menudencias, mundos parciales, sucesos de un día cualquiera. Esto puede parecer banal, simple y cotidiano, pero la literatura no es lo general, como supone quien comienza a escribir. Yo soy más amante de las particularidades. [...] Si caigo en lo simbólico, el personaje se me escapa. Si tengo un tema entre manos, no debo dar demasiadas explicaciones. Hay que contar siempre con que la gente, el lector, entiende” Hebe Uhart, Las clases de Hebe Uhart
Cada vez que arranco un nuevo taller de escritura me planteo la misma pregunta: ¿por dónde empezar? ¿Cómo introducir la mirada literaria? Hace poco leí un libro de Martín Felipe Castagnet que se llama Unos ojos recién inaugurados. El autor arma una suerte de biografía desprolija de su abuela, basada en grabaciones de conversaciones con ella y escenas, fragmentos, recuerdos que se van hilando entre sí con el movimiento de la memoria. No hay un orden cronológico sino sentimental, la pasión y las asociaciones mentales lo hacen saltar de un recuerdo a otro.
Me interesa esta cuestión de los ojos recién inaugurados. La frase en realidad es también de Hebe, de un libro suyo que se llama Animales, y la usa para describir la mirada de un mono, del cual dice que tiene “unos ojos luminosos, como recién inaugurados”. Y Castagnet la recupera porque le remite a la mirada de su propia abuela, esa frescura y curiosidad con la que observa el mundo, cierta ternura en una personalidad muy fuerte, casi infantil, ridícula por momentos, única como cada ser humano. Pienso que para escribir literariamente debemos desarrollar una mirada que mire el mundo por primera vez. Ese cielo, esa gota que cae de la rama del árbol, la manera de caminar de un personaje, todo merece destacarse, como si fuese nuevo. Por eso también es importante no caer en lugares comunes, clichés, frases armadas. Ellen Bass dice: “Una vez me puse un vestido líquido como el vodka/ Mi amante me miró ascender/ desde el subterráneo/ como si yo fuese un manantial/ abriéndose paso”. El desafío —nada fácil, claramente— es encontrar esa forma propia de decir las cosas, como si nunca se hubiesen dicho así antes.
Mirá este poema de William Carlos Williams:
Entre paredes
atrás
del
hospital donde
nada
va a crecer hay
cenizas
en las que brillan
pedazos
rotos de una botella
verde
En el taller me dijeron que un poco les sonaba a poema sacado de Instagram. Pero fijate: William encontró belleza en los vidrios rotos de una botella verde, y me hizo pensar en cuántas veces vi algo hermoso entre la basura, al borde de la calle, en una pared graffiteada. Con qué poco se puede hacer poesía: una emoción evocada casi por casualidad. Ver las cosas que nos rodean con una mirada nueva, encontrar lo particular, lo que nos conmueve. Esa genuinidad hace, para mí, que la literatura sea una lectura del mundo, que vuelve dignas tantas cosas que se pasan por alto. Ahí está la importancia de ir a los detalles.
El otro día empezamos con el taller online y decidí partir de estas ideas. No hacen falta grandes temas, ideas espectaculares, palabras rimbombantes. Escribir desde el interés y dejar que el resto haga lo suyo. No es la única opción, sólo una de ellas, pero me parece que es importante darse cuenta de que siempre tenemos algo para decir y una mirada del mundo que es solo nuestra. Te dejo, por último, esto que dijo Flannery O’Connor en “El arte del cuento”:
“El aprendiz está interesado ante todo en sus propios pensamientos y emociones y no en la acción dramática y es demasiado perezoso o pretencioso como para descender a ese nivel de lo concreto en donde la ficción opera. Piensa que la capacidad de juzgar reside en un sitio y la impresión sensorial en otro. Pero para el escritor de ficciones, el acto de juzgar comienza en los detalles que ve, y en el modo en que los ve”
Vamos con la consigna:
Describí el día normal de un personaje, un día en el que supuestamente no pasa nada, desde que se levanta. La idea es que empieces con esa nada misma: la rutina de la mañana, los pequeños detalles de sus movimientos, de su casa, sus objetos. ¿A dónde te va a llevar esa narración? No lo sabemos. En principio, seguí al personaje, a ver qué le sucede. ¿Será un día normal? ¿O pasará algo en el medio?
Tal vez la idea espectacular aparezca en el medio, pero quisiera ver a dónde va el texto si nos desligamos de esa pretensión.
¡Que tengas un hermoso fin de semana y feliz día de la primavera y del estudiante!
Ana