Escribir es como tratar de contar un sueño
O sobre cómo usar los sueños como material para la escritura. Entrega 43 de A Quien Corresponda. Hoy escribe: Ana.
Querido Fidel,
¿alguna vez escribiste algo mientras soñabas? A ver, podría considerarse escritura al “guión” del sueño en sí; más de una vez me sorprendí por la complejidad de las tramas que podía crear, con argumentos en los que incluso un pequeño detalle que aparecía al principio tenía relevancia en el desenlace final. También me pasó de engancharme tanto con algo que estaba soñando, que al despertarme pedí por favor volver al sueño para saber cómo terminaba (y lo he logrado). Otras veces, eso que parecía increíble mientras lo estaba soñando, una vez despabilada me pareció bastante una pavada, lejos de la intensidad emocional y la fascinación que me producía durante el sueño.
¿Pero cómo hablar de los sueños? ¿Cómo experimentar ese tiempo quebrado, fragmentario, donde la lengua se impone más allá de atender a un referente concreto, a un significado lógico? A veces pienso que quizás algunos estados psiquiátricos nos ayudan a pensar esa perspectiva onírica. Hace unos días, visité a mi abuelo que estaba internado y dijo, unas cinco veces, con mucha calma y seguridad, que necesitaba que le diéramos “un sombrero más grande”. Me pregunto dónde estaba, de dónde venía esa necesidad, en qué lógica temporal y espacial necesitaba, con toda la certeza del mundo, un sombrero más grande.
Hace poco leí Memorias de abajo, un libro autobiográfico en el que Leonora Carrington se encuentra totalmente tomada por su inestabilidad mental y retrata el mundo con las lógicas volátiles del sueño. Los límites de la realidad, entre lo tangible y lo imaginario, se desdibujan completamente y la autora, lejos de considerar que en ese momento sus capacidades estaban disminuidas, lamenta el hecho de que nunca haya vuelto a alcanzar el grado de percepción que logró en su momento más “volado”:
“Después de mi pacto con la montaña [...] me propuse a mí misma un acuerdo con los animales: con los caballos, las cabras, las aves. Tuvo lugar a través de la piel, mediante una especie de lenguaje del ‘tacto’ que se me hace difícil describir, ahora que mis sentidos han perdido la agudeza de percepción que entonces poseían”
Lejos del estigma de la locura, esta percepción se considera como una ampliación sensorial, que luego es anesteciada por una sociedad que condena la indeterminación entre el mundo interno y externo.
Pero hoy quería hablar, más específicamente, sobre escribir un cuento, historia o poema en un sueño. ¿Sabías que a Paul McCartney la melodía de “Yesterday” le llegó en un sueño? A ese tipo de escritura me refiero. Hace unos días, cuando mi abuelo seguía en el hospital, soñé que iba a su habitación y me lo encontraba sentado en su cama, lúcido como no lo había visto hace años. No solo eso, sino que cantaba un tango que él mismo había compuesto, un tango hermoso y triste como todos los tangos, con el fraseo, la melodía, las imágenes de un tango, en el que expresaba cómo se sentía ese estado liminal en el que se encontraba. Le agradecía a la vida, hablaba de cómo percibía todo desde ahí, cómo sentía que se iba, y en algún momento me extendía un papel con el tango escrito a mano. Recuerdo ver el papel y reconocer que era su letra. Cuando me desperté, no recordaba ni una palabra. Me di cuenta de que esa cosa hermosa era mía y, también, irrecuperble. ¿Pero estará adentro mío en algún lado? ¿Existirá o existió alguna vez? ¿Era una letra hermosa, eran palabras concretas, o soñé con la sensación de lo hermoso?
Es interesante y frustrante no poder recuperar la experiencia de un sueño. Creo que se trata, en parte, de aprender a aceptar que lo que pasa ahí lo podemos experimentar sólo nosotros y es imposible compartirlo cabalmente. Siempre me resuena esta analogía de Ellen Bass en su poema “A veces, después de hacer el amor”, cuando habla de la complejidad de comunicarse en general, porque implica salir de nuestro mundo interno para poner en palabras algo que sucede solo en nosotros:
“Y hay algo que quiero decirte/ pero es como tratar de contar un sueño/ cuando las palabras salen chatas como/ los pañuelos bajo el hierro de la plancha/ y el que te escucha/ sonríe agradablemente como alguien/ que no entiende el idioma/ y responde que sí con la cabeza”.
Siento que, de cierta manera, escribir es como tratar de contar un sueño: tenemos algo ahí adentro, algo que queremos comunicar, que quiere ser expresado, pero ponerlo en palabras que transmitan exactamente lo que sentimos no es para nada fácil. Creo que ahí debe estar la clave para ser un buen escritor: tener la palabra justa que nos haga comprender ese mundo interno de quien escribe.
Te propongo la siguiente consigna:
Usá un sueño que hayas tenido como disparador de escritura. Puede ser uno que recuerdes bien, con lujo de detalles (en tal caso va a ser interesante ver si lo contás como un sueño, si lo usás como escenario de una historia un tanto absurda, si lo volvés un relato maravilloso o de ciencia ficción) o también puede ser un sueño difuso, ambiguo, del que recuerdes muy poco. Podés esforzarte por retener esas sensaciones en palabras, tematizar el no-recuerdo o que intentes replicar en la sintaxis y la redacción la indeterminación que experimentamos al soñar. Explicitar o no que se trata de un sueño va a ser tu decisión.
Espero que tengas una gran semana y que tengas, también, dulces sueños.
¡Saludos!
Ana