Escribir la tragedia
O sobre como transformar la experiencia humana en material para la escritura. Entrega 46 de A Quien Corresponda. Hoy escribe: Fidel.
Querida Ana,
Descarté el primer borrador de esta carta. Estaba frustrado y sentía que no tenía de qué escribir, pero, después de una juntada con mi familia, descubrí lo absurdo de esa premisa. Compartiendo un té y comida, escuché cómo una ronda de siete personas se turnaba para contar historias de vidas propias y ajenas, todas trágicas. Con la consigna de hoy entonces te invito a copiar a mi familia:
Escribí una historia trágica, puede o no estar basada en una anécdota real.
Ray Bradbury en “Zen en el arte de escribir” cuenta su experiencia de chico donde, sentado en el porche, escuchaba a su familia relatar historias cercanas o lejanas. Con solo usar de armas la escucha y la pregunta, desde pequeño obtuvo cientos de relatos que creo poder ver estampados en obras como Crónicas Marcianas, donde lo humano aparece patente en cada historia. Esta capa de autenticidad incluso en la ciencia ficción más disparatada creo que proviene de haber podido transmitir historias reales y secretamente a quienes las contaron.
Me hace acordar al caso de dos películas gemelas, 2001: Odisea al Espacio (1968) y Solaris (1972). A pesar de la maravilla técnica de Kubrick y el asombro que genera cada plano de las más de dos horas de su película, dicen que Tarkovsky la encontró vacía de humanidad. Es así como la película del ruso tiene mayor profundidad emocional, aunque no presente los avances técnicos y recurra a métodos más sencillos para llevar a cabo la ilusión de la ciencia ficción. De hecho, una de las frases del personaje principal dice así:
Kris Kelvin: El sufrimiento hace que la vida parezca lúgubre y sospechosa. Pero no lo acepto, no, no lo acepto. ¿Lo que es indispensable para la vida también es perjudicial para ella? No, no es perjudicial. Claro que no es perjudicial.
Hay algo de convertir el sufrimiento en material, la tragedia en arte. Si pasamos por tanto dolor, ¿qué mejor que aprovecharlo? Darle un sentido de algún modo. Creo que ya te conté alguna vez sobre escribir de los dolores propios del cuerpo.
Esta crítica a lo frías o estériles que nos pueden resultar ciertas historias creo que delata la capacidad que tenemos las personas para identificar la autenticidad de un relato humano. La tragedia que encontramos en Solaris nos habla directamente, porque identificamos el drama humano escondido en el escenario de la ficción.
Aunque a veces lo olvidemos, y como bien dijiste en la carta pasada, la vida es una fuente inagotable de historias. Pienso en Fidel del pasado y en como estaba bloqueado frente a las primeras líneas y se me viene la escena de Adaptation (El ladrón de Orquídeas en castellano).
En la película, durante un seminario, Charlie Kaufman le pide consejo a McKee sobre su nuevo guión en el que «no pasa gran cosa». La escena literalmente dice así (la traducción es propia):
Charlie Kaufman: Señor, ¿qué pasa si el guionista intenta crear una historia en la que no pasa gran cosa? ¿En la que la gente no cambia, no tiene epifanías, lucha y se frustra y nada se resuelve? Es más un reflejo del mundo real.
Robert McKee: ¿El mundo real?
Charlie Kaufman: Sí, señor.
Robert McKee: El puto mundo real. En primer lugar, si escribís un guión sin conflicto ni crisis vas a aburrir a tu público hasta las lágrimas. En segundo lugar, ¿no pasa nada en el mundo? ¿Estás loco? La gente es asesinada todos los días. Hay genocidio, guerra, corrupción. Cada puto día en algún lugar del mundo alguien sacrifica su vida para salvar a otra persona. Cada puto día alguien en algún lugar toma la decisión consciente de destruir a otra persona. La gente encuentra el amor, la gente lo pierde. Por el amor de Dios, una niña ve cómo matan a su madre a golpes en las escaleras de una iglesia. Alguien pasa hambre, otro traiciona a su mejor amigo por una mujer. Si no podés encontrar esas cosas en la vida, ¡entonces vos, amigo mío, no sabés una mierda de la vida! ¿Y por qué carajo estás desperdiciando mis dos preciosas horas con tu película? ¡No me sirve de nada! ¡No tengo ningún maldito uso para ella!
Charlie Kaufman: Okey, gracias.
A pesar de la dureza de McKee, hay algo de cierto en este exabrupto. En dos horas de reunión escuché una y otra historia de enfermedades, accidentes de auto, salvadas a último momento, coincidencias inesperadas y visiones religiosas segundos antes de una muerte esquivada.
Aunque torturarme por no poder escribir frente a la página en blanco no tenga utilidad, sí siento que debo conservar una voz en mi cabeza que me recuerde: “atento, ahora, antes o después, cerca o lejos, algún humano está viviendo algo y vos podés ser el instrumento para contarlo.”
Cuando visito a mi abuela, visito también mundos, personajes e historias a las que nunca podría haber accedido. A pesar de la máxima habitual de “escribí de lo que sabés”, creo que habría que agregarle de alguna forma la idea del repositorio infinito de historias que somos las personas las unas para las otras.
En ese intercambio alrededor de la comida, una bebida caliente, o, mejor aún, un fuego, podemos vivir cientos de historias. Ya sean relatos precautorios, con o sin moraleja, provistos de sentido o surrealistas y descabellados, un poco exagerados o mal contados, la experiencia humana es infinita, solo queda escuchar y escribir.
«La vida siempre va a ser más extraña que la ficción, porque la ficción tiene que ser convincente, la vida no». —Neil Gaiman
Espero pronto escuchar historias de tu parte,
Hasta la semana que viene,
Fidel